Pocos recuerdos son tan nítidos para mi como el día que aprendí a leer,
no puedo ubicarme en la linea cronológica exacta pero no debí tener más de cinco,
estaba en casa de mis abuelos, casa de la cual por cierto también puedo recordar su olor,
quería jugar a la mamá y agarre un enjuague de ropa (patriarcado detected),
y entendí que era un enjuague de ropa,
y entendí que lo entendí porque lo leí,
estoy segura que se expandieron un poco de más mis pupilas,
como en las películas,
y fue tanta la emoción que corrí hasta mi casa para contarle a mi mamá,
parecía como si fuese el acontecimiento más importante de su vida o de la mía,
(tal vez así fue)
recuerdo leer sin parar durante todo el día,
separaba las palabras en silabas en mi cabeza, 
las pronunciaba en silencio y luego unía los sonidos en voz alta,
aquel sentimiento que nacia era demasiado grande para una niña,
puede que por eso sea que lo recuerdo tan bien,
estoy segura que ese día sucedió un hecho más importante que el aprender a leer,
ese algo que espera, dormido dentro nuestro, el momento de emerger, emergió.
eso que florece en el segundo exacto en que conocemos algo que vamos a amar, floreció.
llamenle pasión o vocación o don o amor, da igual, porque nada lo puede definir en realidad,
ese día simplemente, algo nació, y con el nací yo.




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